Vivo en una pecera...bueno,de hecho,esa es ahora todo mi cuerpo.Solía tener un cuerpo completo,normal,sólo con unos cables y electrodos pegados a mi cabeza.Pero la cosa es,que gritaba mucho,muy,muy fuerte,y el sonido resonaba por todas partes.Incomodaba mucho a todos,y les impedía vivir la perfección total en un mundo sin sufrimientos.
Así que,me arrumbaron a un sótano.Uno muy,muy profundo bajo tierra,en un cuarto recubierto para aislar el sonido,pero aún así,todavía me podían oir gritar.Lo más molesto también,fue que pronto empecé a generar tanta adrenalina que pronto tuve fuerza suficiente para romper las correas que me mantenían inmóvil,y me desconectaba de las máquinas.La monserga de bajar a conectarme una y otra vez,finalmente los hartó,así que sólo me extirparon el cuerpo.
Pero aún me pueden oir gritar,aunque ahora lo hago de modo diferente.Es algo así más bien como una sensación abstracta sin sonido,pero sigue provocando los efectos de un grito.De un terrible y escalofriante alarido,que llega directo hasta la médula,como en las viejas leyendas de espectros y almas en pena.Alma en pena...debo admitir que tiene algo de certeza y gracia.
Es por eso que nadie vive aquí,en kilómetros a la redonda,ni humanos,ni animales,ni plantas,ni siquiera las bacterias.Vivo en un área totalmente estéril,en la más perfecta soledad.
Pero más allá de donde vivo,la humanidad vive completamente feliz,pues ya nadie siente el sufrimiento.Gracias a mí,y los investigadores alemanes que descubrieron la frecuencia exacta del sufrimiento en el cerebro.Gracias también a los ingenieros japoneses que inventaron los neurochips que se implantan al nacer,y que desvían la sensación del sufrimiento a la tecnología que está conectada a mí.
Ah,pero la verdad,es que allá afuera,en la utopía perfecta,aún ellos sufren un poco.La mayoría hace como si no,pero a un nivel subconsciente y abstracto,todavía sufren un poco.
Pues todavía,pueden oir gritar a mi alma.